jueves, 8 de mayo de 2014

Mi Maquina de Coser

Singular artefacto con una antigüedad como de 80 años, mi padre la compró  para mi madre más o menos en el año de 1940 y ya era usada, su marca es Singer, de pedal, con un herraje y una  maquinaria muy fuerte como eran las cosas antiguas, su mueble, sin embargo, se encuentra muy deteriorado por el paso del tiempo y las polillas que se comen de a poco la madera. Este querido objeto tiene una historia muy bella ya que fue la herramienta de trabajo de mamá. Las dos trabajaron muy duro para ayudar al sustento familiar, habiendo una gran prole en la familia (7 hijos y 2 primos que vivieron un tiempo con nosotros), el salario de un campesino como mi padre no alcanzaba para cubrir las necesidades. Hubo ocasiones en el pueblo en  las que se les oía  trabajar hasta muy noche a la luz de un  quinqué, sobre todo cuando se acercaba la fiesta patronal y las muchachas querían lucir sus mejores galas, ó cuando había fiestas escolares, ellas elaboraban los trajes típicos, los disfraces de animalitos, las faldas de adelitas y los pantalones de revolucionarios, tanto trabajaban para la comunidad que a veces no tenían tiempo de realizar los nuestros, en alguna ocasión daba inicio el programa y ellas apuradas terminaban nuestro vestuario uno o dos números antes del que nos tocara bailar.

También  acompañó a mamá criar a sus hijos, cuando se sentaba a coser jalaba con un mecate la hamaca del nene, muchas veces mamá tubo que reponer piezas de los vestidos porque el bebé gateando se acercaba y  se hacía pipí en ellas, también nos amarraba un extremo de una tira de tela de la cintura y otro extremo de la pata de la máquina para que no nos alejáramos. Más de una ocasión sus pequeños se montaban en la máquina para jugar al caballito. Recuerdo que cuando yo tenía como 3 años me paraba enfrente de la máquina y mamá para entretenerme me cantaba y enseñaba canciones de Cri-cri, me gustaba pedir canciones de todos los animalitos que se me ocurrían y cuando no se acordaba o no las sabía mamá las inventaba.

Hace tiempo no había en el pueblo más escuelas que el jardín de niños y la primaria; mi madre no quiso que sus hijos pasáramos las penurias que vive la gente del campo y aunque mi padre era un hombre muy recio de carácter logró convencerlo de buscar oportunidades de superación en otro lugar.  Pues bien, un buen día los hijos tuvieron que partir  unos a estudiar en un internado en la ciudad de Oaxaca  y mi hermana al internado de Tamazulapan. Solo quedé yo con mis padres, porque soy la shocoyota (más chica de la familia), aunque fue en tiempo corto, mamá decidió probar suerte en el DF  y ahí venimos con nuestra escasa ropa en una caja de cartón, el corazón lleno de ilusiones y una férrea determinación a afrontar los problemas de vivir en una ciudad. Primero mi madre y yo vivimos en casa de un paisano y su esposa, ellos no tenían hijos y me toleraban bastante bien, mis hermanos vivían con unos tíos pero afrontaron varios problemas, después rentamos un departamento y la familia, al fin, otra vez se reunió, aunque mi padre continuó trabajando en el campo y desde ahí seguía contribuyendo en nuestra manutención. Los hijos iban creciendo, los gastos también y mi madre añoraba a su gran compañera; la máquina de coser que se había quedado en el pueblo, buscando una solución para traerla (en esa época viajábamos en tren o camión de pasajeros y no era posible traer ese tipo de muebles) se contactó con un transportista que traía la fruta que se produce en el pueblo y se trajo su maquina en un camión de redilas. A partir de ahí volvieron a ser grandes compañeras, siguieron elaborando bellas prendas. Mi madre fue modista empírica de muchas personas y cuando se agotaba ese tipo de trabajo, conseguía trabajo de maquila. Me atrevo a describir a este artefacto como alguien con alma y sentimiento porque así lo siento, en la actualidad cuando me acerco  a ella le hablo con cariño, la acaricio, si alguien me descubre haciendo esto  dirá que estoy loca pero no me importa yo sigo con mi ritual, la limpio, le aplico  aceite y coso aunque sea un dobladillo o una costura sencilla.

Pero regresemos a la historia de mi Singer, mis hermanos y yo terminamos nuestras carreras, los sueños de mis padres se cumplieron al vernos realizados a todos y cada uno de sus hijos;  y decidimos que ya habían trabajado demasiado mi madre y su máquina; que ya era tiempo de descansar y dedicarse a otro tipo de labores más sencillas. Pero ellas no pudieron separarse continuaron elaborando prendas para la familia, cortinas, sábanas, adornos, algunas camisas y algunas prendas para sus nietos; muchas veces mamá trató de enseñarme a coser y me cortaba las prendas que ella terminaba cosiendo porque yo no lo hacía, tal vez reacia a aprender por recordar las jornadas tan pesadas que las vi compartir.
Llegó el día que iba a casarme, con cuanto amor  elaboraron mi ajuar de novia, un vestido muy económico pero no por eso menos hermoso, cuando esperaba la llegada de mi primer hijo al fin me dio por aprender a coser y cuando recibí en la máquina las primeras lecciones y por fin aprendí a usarla  mamá dijo que  era para mi, aunque pensaba que sería mejor una de motor como la que ella siempre quiso tener , me prestó dinero para comprarla y llegó a casa una flamante Singer Facilita  con muchas funciones y que ha sido muy útil pero que uso solo para coser prendas de  casa o mi familia, después adquirí otras máquinas de coser (en total 3, creo que me aficioné a las máquinas de coser, porque cuando voy a algún almacén donde las venden me quedo viendo y admirándolas mucho rato) y fue así como dejé de usar la la vieja máquina.
Llegó el momento en que mi querida madre quiso regresar  a vivir al pueblo y se llevó todos sus muebles incluyendo mi máquina de coser. No fue posible que mamá se quedara sola en el pueblo pues mi padre ya había fallecido y ella tenía una edad muy avanzada, regreso al DF donde vivió tranquila y feliz hasta sus últimos días (95 años), siempre lamentó  no poder usar más la máquina ya que sus habilidades fueron disminuyendo.  
Sigo sintiendo esa máquina tan  mía, aunque la haya usado  poco tiempo, ella encierra mi historia familiar;  ahí  sigue en un lugar de mi casa al igual que otros objetos más antiguos que también guardan otras historias y que cuando estoy en ese lugar me encanta recordar aunque algunas no me tocó vivirlas sino escucharlas de mis progenitores y yo espero seguir contándolas a mis hijos y nietos para que sepan cuáles son sus raíces, ojalá se sientan tan orgullosos de ellas como yo.

Ameyalli 2014

Estado de México

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