Singular
artefacto con una antigüedad como de 80 años, mi padre la compró para mi madre más o menos en el año de 1940 y
ya era usada, su marca es Singer, de pedal, con un herraje y una maquinaria muy fuerte como eran las cosas antiguas,
su mueble, sin embargo, se encuentra muy deteriorado por el paso del tiempo y
las polillas que se comen de a poco la madera. Este querido objeto tiene una
historia muy bella ya que fue la herramienta de trabajo de mamá. Las dos
trabajaron muy duro para ayudar al sustento familiar, habiendo una gran prole en
la familia (7 hijos y 2 primos que vivieron un tiempo con nosotros), el salario
de un campesino como mi padre no alcanzaba para cubrir las necesidades. Hubo
ocasiones en el pueblo en las que se les
oía trabajar hasta muy noche a la luz de
un quinqué, sobre todo cuando se
acercaba la fiesta patronal y las muchachas querían lucir sus mejores galas, ó
cuando había fiestas escolares, ellas elaboraban los trajes típicos, los disfraces
de animalitos, las faldas de adelitas y los pantalones de revolucionarios, tanto
trabajaban para la comunidad que a veces no tenían tiempo de realizar los
nuestros, en alguna ocasión daba inicio el programa y ellas apuradas terminaban
nuestro vestuario uno o dos números antes del que nos tocara bailar.
También acompañó a mamá criar a sus hijos, cuando se
sentaba a coser jalaba con un mecate la hamaca del nene, muchas veces mamá tubo
que reponer piezas de los vestidos porque el bebé gateando se acercaba y se hacía pipí en ellas, también nos amarraba
un extremo de una tira de tela de la cintura y otro extremo de la pata de la máquina
para que no nos alejáramos. Más de una ocasión sus pequeños se montaban en la
máquina para jugar al caballito. Recuerdo que cuando yo tenía como 3 años me
paraba enfrente de la máquina y mamá para entretenerme me cantaba y enseñaba
canciones de Cri-cri, me gustaba pedir canciones de todos los animalitos que se
me ocurrían y cuando no se acordaba o no las sabía mamá las inventaba.
Hace tiempo no había en el pueblo más
escuelas que el jardín de niños y la primaria; mi madre no quiso que sus hijos
pasáramos las penurias que vive la gente del campo y aunque mi padre era un
hombre muy recio de carácter logró convencerlo de buscar oportunidades de superación
en otro lugar. Pues bien, un buen día
los hijos tuvieron que partir unos a
estudiar en un internado en la ciudad de Oaxaca
y mi hermana al internado de Tamazulapan. Solo quedé yo con mis padres, porque
soy la shocoyota (más chica de la familia), aunque fue en tiempo corto, mamá
decidió probar suerte en el DF y ahí
venimos con nuestra escasa ropa en una caja de cartón, el corazón lleno de
ilusiones y una férrea determinación a afrontar los problemas de vivir en una
ciudad. Primero mi madre y yo vivimos en casa de un paisano y su esposa, ellos
no tenían hijos y me toleraban bastante bien, mis hermanos vivían con unos tíos
pero afrontaron varios problemas, después rentamos un departamento y la familia,
al fin, otra vez se reunió, aunque mi padre continuó trabajando en el campo y
desde ahí seguía contribuyendo en nuestra manutención. Los hijos iban
creciendo, los gastos también y mi madre añoraba a su gran compañera; la
máquina de coser que se había quedado en el pueblo, buscando una solución para traerla
(en esa época viajábamos en tren o camión de pasajeros y no era posible traer
ese tipo de muebles) se contactó con un transportista que traía la fruta que se
produce en el pueblo y se trajo su maquina en un camión de redilas. A partir de
ahí volvieron a ser grandes compañeras, siguieron elaborando bellas prendas. Mi
madre fue modista empírica de muchas personas y cuando se agotaba ese tipo de
trabajo, conseguía trabajo de maquila. Me atrevo a describir a este artefacto
como alguien con alma y sentimiento porque así lo siento, en la actualidad
cuando me acerco a ella le hablo con
cariño, la acaricio, si alguien me descubre haciendo esto dirá que estoy loca pero no me importa yo
sigo con mi ritual, la limpio, le aplico
aceite y coso aunque sea un dobladillo o una costura sencilla.
Pero regresemos a la historia de mi Singer, mis hermanos y yo terminamos nuestras carreras, los sueños de mis padres se
cumplieron al vernos realizados a todos y cada uno de sus hijos; y decidimos que ya habían trabajado demasiado
mi madre y su máquina; que ya era tiempo de descansar y dedicarse a otro tipo
de labores más sencillas. Pero ellas no pudieron separarse continuaron
elaborando prendas para la familia, cortinas, sábanas, adornos, algunas camisas
y algunas prendas para sus nietos; muchas veces mamá trató de enseñarme a coser
y me cortaba las prendas que ella terminaba cosiendo porque yo no lo hacía, tal
vez reacia a aprender por recordar las jornadas tan pesadas que las vi
compartir.
Llegó el día que iba a casarme, con cuanto
amor elaboraron mi ajuar de novia, un
vestido muy económico pero no por eso menos hermoso, cuando esperaba la llegada
de mi primer hijo al fin me dio por aprender a coser y cuando recibí en la
máquina las primeras lecciones y por fin aprendí a usarla mamá dijo que
era para mi, aunque pensaba que sería mejor una de motor como la que
ella siempre quiso tener , me prestó dinero para comprarla y llegó a casa una
flamante Singer Facilita con muchas
funciones y que ha sido muy útil pero que uso solo para coser prendas de casa o mi familia, después adquirí otras
máquinas de coser (en total 3, creo que me aficioné a las máquinas de coser,
porque cuando voy a algún almacén donde las venden me quedo viendo y
admirándolas mucho rato) y fue así como dejé de usar la la vieja máquina.
Llegó el momento en que mi querida madre
quiso regresar a vivir al pueblo y se
llevó todos sus muebles incluyendo mi máquina de coser. No fue posible que mamá
se quedara sola en el pueblo pues mi padre ya había fallecido y ella tenía una
edad muy avanzada, regreso al DF donde vivió tranquila y feliz hasta sus
últimos días (95 años), siempre lamentó no poder usar más la máquina ya que sus
habilidades fueron disminuyendo.
Sigo sintiendo esa máquina tan mía, aunque la haya usado poco tiempo, ella encierra mi historia
familiar; ahí sigue en un lugar de mi casa al igual que
otros objetos más antiguos que también guardan otras historias y que cuando
estoy en ese lugar me encanta recordar aunque algunas no me tocó vivirlas sino
escucharlas de mis progenitores y yo espero seguir contándolas a mis hijos y
nietos para que sepan cuáles son sus raíces, ojalá se sientan tan orgullosos de
ellas como yo.
Ameyalli 2014
Estado de México
No hay comentarios:
Publicar un comentario