Intenté una solución más honesta, tomando en cuenta que la traición no existe cuando nos reconocemos como enemigo naturales.
Daban cuarto para las seis, el sol ya amenazaba con ocultarse, dejando a la penumbra rostros libres de gesticulación forzada, lo cual daba la tranquilidad de no tener que ocultar la mentira, ésta sería innata cuando cumpliéramos nuestros papeles y la acción se llevara sin mediaciones.
Ellos llegaron con dos minutos de atraso, me acerqué como era el trato, no había por qué intimidarse, ya todo estaba cubierto, dejé caer la bolsa a sus pies intentando adivinar su próximo movimiento, me fue imposible, pues apenas el bulto pesado tocó el piso ellos partieron.
La semana 15 en el tercer mes, la luna sobre la laguna no tintineaba, tanta tranquilidad me era sospechosa, entonces vi detenerse el auto en el que dos hombres salían con un bulto, algo parecido a un cuerpo envuelto, la luna sobre el agua se agito hasta ser prácticamente inapreciable, entonces no miré atrás, entré a casa y apagué las luces hasta que la mañana volvió.
Llegó la pascua, el oficial Rodríguez desistió de seguirme en su Tsuro 86 de vidrios polarizados, el tránsito era tranquilo y el sol daba esa calidez de primavera. Como era costumbre estacioné el auto, chequé la puerta y las llaves en mi bolsillo, di media vuelta y un rostro familiar me dio de frente, en su mano no había un arma de fuego, en su lugar un cuchillo de cocina, ella aún vestía las flores de nuestro último encuentro, la venganza no se hizo esperar, y en el suelo sintiendo la sangre tibia resbalar entre mis dedos me pregunté quién sostendría el arma la próxima vez.
VH. SwitchDaban cuarto para las seis, el sol ya amenazaba con ocultarse, dejando a la penumbra rostros libres de gesticulación forzada, lo cual daba la tranquilidad de no tener que ocultar la mentira, ésta sería innata cuando cumpliéramos nuestros papeles y la acción se llevara sin mediaciones.
Ellos llegaron con dos minutos de atraso, me acerqué como era el trato, no había por qué intimidarse, ya todo estaba cubierto, dejé caer la bolsa a sus pies intentando adivinar su próximo movimiento, me fue imposible, pues apenas el bulto pesado tocó el piso ellos partieron.
La semana 15 en el tercer mes, la luna sobre la laguna no tintineaba, tanta tranquilidad me era sospechosa, entonces vi detenerse el auto en el que dos hombres salían con un bulto, algo parecido a un cuerpo envuelto, la luna sobre el agua se agito hasta ser prácticamente inapreciable, entonces no miré atrás, entré a casa y apagué las luces hasta que la mañana volvió.
Llegó la pascua, el oficial Rodríguez desistió de seguirme en su Tsuro 86 de vidrios polarizados, el tránsito era tranquilo y el sol daba esa calidez de primavera. Como era costumbre estacioné el auto, chequé la puerta y las llaves en mi bolsillo, di media vuelta y un rostro familiar me dio de frente, en su mano no había un arma de fuego, en su lugar un cuchillo de cocina, ella aún vestía las flores de nuestro último encuentro, la venganza no se hizo esperar, y en el suelo sintiendo la sangre tibia resbalar entre mis dedos me pregunté quién sostendría el arma la próxima vez.
Febrero 2013, Edo Mex
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