La primera vez que compré unos condones tenía alrededor de 16 años, me sudaron las manos y me temblaron las piernas nada más de entrar en la farmacia. Eran otros tiempos, no se hablaba abiertamente de sexo con los padres, de hecho, creo que todo lo que sabía de sexo lo había visto en la tele, en algunas revistas, o lo sabía por amigos y por una que otra plática de orientación en la Secundaria. Rebeca y yo sabíamos lo mismo del tema, o sea casi nada, pero al menos teníamos una cosa clara: si queríamos acostarnos necesitábamos usar condón para evitar embarazos, comprarlos era mi obligación de hombre como tantas otras que tuve después. De seguro nadie me miraba, pero yo sentía que todos los clientes de la farmacia clavaban sus ojos inquisidores en mí. Ahora me siento un poco como aquella vez, como un adolescente, pierdo el tiempo en los anaqueles mirando el precio de las vendas, de los jarabes para la tos, de los enjuagues bucales, de los rastrillos, de los cotonetes, en vez de ir directo al mostrador y preguntarle al dependiente si tiene lo que busco. Recuerdo que el vendedor apareció detrás de mí: “Buenas tardes AMIGO, ¿qué buscabas?”, quedé mudo por unos segundos, mientras él se aguantaba la risa. Mi nerviosismo era tan evidente como la virginidad en mi cara, era obvio que quería unos condones ¿Qué otro producto haría sentir pena a un adolescente en una farmacia? Tal vez una prueba de embarazo, pero nunca fui yo a comprar alguna, las compró Rebeca cada vez que las necesitamos.
Durex, fue la primera marca que compré porque su publicidad me parecía buena, pero al poco tiempo cambié a Trojan, que son más cómodos y mejor lubricados, claro que ya para entonces no me daba pena sino orgullo ir a comprar condones y tener mi marca de confianza. Ahora ya ni los usamos, tiene años que los dejamos, en algún momento nos dimos cuenta que los condones no eran tan indispensables como te hacen creer en la tele y en la escuela, es más cómodo prescindir de ellos y el temor a un embarazo va desapareciendo cuanto más creces, pero llegan otras preocupaciones. Tal vez ahora también pueda prescindir de la crema para las hemorroides, tal vez es mentira que si no la usas a los primeros síntomas inevitablemente te tendrán que abrir el ano con un bisturí en algún momento… bueno la publicidad puede ser exagerada, pero mis síntomas son reales, la maldita comezón y el ardor ahí están y de alguna forma debo remediarlo y es más fácil tragarse la pena con el boticario que con el doctor por más que el doctor sea un profesional y el que atiende la farmacia un trabajador cualquiera. La diferencia es que sólo uno de ellos hurgará en tú ano.
Ahora la edad juega a mi favor, hay un sinfín de cosas “vergonzosas” que uno puede necesitar en una farmacia cuando ya no se es joven y los tenderos no acostumbran burlarse de los mayores. Algo está mal en la sociedad cuando da más pena comprar ungüentos contra las almorranas y condones que cigarros o pastillas para dormir o supongo que a nadie le gusta dar pie para que un extraño se imagine tu ano o tu pene… bueno, tal vez hay gente a la que sí le gusta, pero a mí no. O Tal vez simplemente estoy siendo infantil porque mientras más envejecemos padecemos o padeceremos malestares vergonzosos y eso es natural ¿Cuántos de los clientes presentes comprarán algún medicamento que no andarán pregonando que utilizan? ¿Cuántos llevarán pañales para adultos, cuántos comprarán antibióticos para enfermedades venéreas, cuántos más con hemorroides habrá aquí? ¿Y qué tal cuando necesite algo realmente grave, como una diálisis o insulina de por vida? Tal vez sea Rebeca la que tenga que venir a comprármelas porque yo no me podré ni levantar de la cama ¿Y si es ella la que lo necesita?... Es cierto, estoy siendo infantil mi estúpida almorrana es un juego de niños… ¿Y qué tal cuando necesite ya usar Viagra? ¿De viejo seguiré siendo igual de penoso o me dará orgullo presumir que todavía tendré una vida sexual activa? Sólo espero tener para entonces suficientes canas, suficientes arrugas que justifiquen la impotencia y usar la pastilla con una mujer que no sea Rebeca, de preferencia una más joven que ella. ¿Qué se sentirá estar con otra mujer?, ¿tendré que volver a usar condones?
-Buenas tardes caballero, dígame, ¿en qué le puedo ayudar?
Romeo Valentín Arellanes
México, DF. Mayo 2014
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