martes, 19 de marzo de 2013

Catarsis


Hoy es cumpleaños de Dulio, un viejo amigo de la prepa, el cual me gustaba mucho en aquel entonces, aunque admito que le tengo mucho cariño, ya no me atrae, ahora solo admiro su espíritu viajero, sus rastas hasta el hombro y su tatuaje de rana en la espalda. En sí, admiraba que fuera libre. La gente decía que era un vago sin oficio ni beneficio, pero para mí, era un trotamundos que no se preocupaba por las cosa pequeñas que a mucha gente podría preocuparle en demasía; nunca perdí contacto con él, aunque los mensajes o llamadas no eran frecuentes, los días de cumpleaños no fallábamos, ni él ni yo. Ayer me habló, acababa de regresar de Mazatlán, me dijo que nos viéramos en su casa, un viejo departamento donde vivía de niño con sus padres y sus 3 hermanos. Hace mucho que sus papás se habían regresado a Hidalgo de donde eran originarios, quedándose en el departamento los 3 hermanos de Dulio, ahí era donde él se quedaba las cortas temporadas que pasaba en México en lo que buscaba una nueva aventura para irse. Realmente eran pocas las veces que nos veíamos cuando estaba en México, mi trabajo y todas las cosas que él hacia al volver no permitían que nos viéramos con frecuencia. 
Al llegar subí corriendo las escaleras; ya sentía las famosas mariposas en el estómago, tenía como 6 años sin verlo, estaba muy emocionada, toqué la puerta y me abrió su hermana, quien iba de salida al mandado, me saludó con familiaridad y me dijo que Dulio (ella sabía muy bien que iba a verlo) vendría en un momento, dejándome como ella dijo, en mi casa. El departamento estaba solo, se veía como siempre, ahora un poco más desordenado y con los muebles más viejos, pero todo acomodado como hace 12 años. Sonreí cuando vi el viejo sillón gris roto en un costado, ese sillón donde tantas veces me besé con Dulio mientras su padres no estaban y donde también le quitaba la mano cuando él intentaba ir más allá, fue chistoso recordarme ahí de 17 años, sentada con mi uniforme de la prepa y mi mochila en el suelo.
Un “hola bonita”, escuché a mis espaldas y salí de mis pensamientos, giré y lo vi ahí mirándome, igual que siempre, con su sonrisa divertida y su postura despreocupada, por un momento sentí que ambos volvíamos a tener 17 años y estábamos ahí para hacer algún trabajo de la escuela, le sonreí y nos abrazamos como pocas veces abrazas a alguien, con tanto gusto y sinceridad de verlo, y mientras lo hacía fue inevitable pensar en el hubiera. Él y yo éramos muy parecidos, ¿y si yo hubiera sido como él?, ¿si jamás me hubiera quitado mis blusas de manta y mis huaraches con símbolos mayas, (que por cierto aún conservo) y si fuera una trotamundos como él y si en mi cabello hubiera trenzitas con estambres de colores como solía hacerme a los 17? 
Nos sentamos en el sillón de siempre y empezamos a platicar, él me contó de sus viajes, las cosas que vio, los trabajos independientes que tuvo, me enseñó sus fotos de paisajes y lugares donde estuvo, realmente parecía feliz con lo que hacía, y debo de admitir que sentí un poco de envidia a pesar de que me alegraba por él. Cuando llegó el turno de hablar a cerca de mi vida, sentí algo de decepción cuando no encontré nada interesante que decirle y solo pude contestar con un “nada, el trabajo ya sabes”, ¡fue horrible! En menos de un minuto acababa de descubrir lo desgraciada que era mi vida, que ya era muy cotidiano lo que hacía, casi como un robot y que no habían más emociones que las del coraje en una mañana de tráfico y la de ligera “felicidad” de haber llegado temprano al trabajo a pesar de ese tráfico, me dio miedo y ganas de llorar, obvio no lo hice, Dulio hubiera pensado que estoy loca, pero mil preguntas vinieron a mi mente, ¿por qué no hacía lo que él hacía?, ¿en qué momento de cuando tenía 17 años decidí vivir así?, ¿a qué le tenía miedo?, ¿a la inestabilidad?,¿a perder las comodidades?, estaba pagando un precio muy caro por esas cosas, estaba pagando con mi vida… 
 -Bueno, tienes una vida envidiable-dijo Dulio. 
-Envidiable la tuya, ¿qué le envidias a la mía?- le contesté. 
-Tienes trabajo, estabilidad, casa, coche, amigos, ¡veme a mí!, casi tengo 30 y no tengo prácticamente nada, tendremos que vivir aquí amontonados en lo que encuentro algo para vivir. 
-¡Idiota!- Pensé- de cuándo acá Dulio se preocupa por esas cosas, cómo pretende comparar un coche o trabajo con todas esas experiencias, gente, lugares, paisajes y cosas que él ha visto y que posiblemente yo con todo y mi casa y trabajo nunca veré, porque solo tengo dos periodos vacacionales y los puentes de días festivos en el trabajo para viajar, y si renuncio a mi trabajo, no tendría con que pagar esos viajes, ¡es un idiota! Cómo puede envidiar mi vida, qué importa que tengan que vivir un tiempo… ¿tengan?, momento, ¿tengan quiénes?, ¿en lo que encuentra algo para vivir? Si el jamás ha pretendido establecerse en México. 
-¿Tendremos? , ¿con quién vienes?- pregunté cuando ya estaba entrando al departamento la hermana de Dulio que ya había regresado del mercado, y con ella entró una chica más o menos de mi edad, con una enorme panza de casi 6 mese de embarazo, un arete en la nariz y trenzitas con estambres de colores, como las que yo me hacía a los 17. 
-Como tus trenzas- dijo Dulio acariciándole la cabeza a su novia. 
La chica sonrío dulcemente y Dulio le dijo “ella es mi amiga que te conté” y ambas nos saludamos con un “hola”. Simplemente me quedé sin palabras, no entendía, no me lo esperaba, el compromiso no iba con él, jamás quiso ser mi novio por eso, terminando la prepa se fue y su madre siempre se preguntó por qué si éramos tan iguales, su hijo no sentó cabeza y entró a la universidad como yo, ahora yo me hacía la misma pregunta pero con diferente sentido. 
-Estoy emocionado, pero tengo miedo a la vez- dijo Dulio abrazando a su novia –un hijo es mucha responsabilidad y no tenemos casi nada, mi hermano me consiguió un trabajo aquí donde él trabaja, confío en que me va ir muy bien. 
-¡Idiota! -Volví a pensar- ¿Por qué lo hiciste? Si eso querías te hubieras casado conmigo, yo ya tengo casa, trabajo, estabilidad -esas cosas que hace un momento odiaba- y podríamos ser felices como cuando teníamos 17 y él podría seguir con sus trabajos independientes, pero, ¿Por qué estoy pensando eso?, ¿qué no decía yo que ya no me gustaba y que no solo era mi amigo? ¿Cuál era mi coraje? 
De repente ya veía más desgraciada su futura vida que la mía llena de rutina y de poca emoción, Dulio no estaba acostumbrado a recibir órdenes, me pregunto cómo le iba a hacer para doblegar su espíritu libre, pero todos esos pensamientos se guardaron en una sonrisa que le dirigí a la pareja al decirles “sé que lo harán bien, perdón pero ya tengo que irme”. 
Me despedí de todos con un abrazo y su novia me hizo prometer que iría otro día para conocernos mejor, “tienes muy buena vibra” me dijo cuando me despidió. 
Salí del departamento y en el descanso del siguiente piso me senté a llorar, no supe por qué, bueno sí, fue porque por un instante descubrí que no me gustaba mi vida, y lo peor, saber que en cuestión de minutos me agradaba, de alguna manera, tal vez mediocremente, vivir en ella (pues con la visión de la futura vida de Dulio, me alegraba haber sentado cabeza como decía su mamá) o tal vez lloré por que Dulio ya no era libre, ahora tenía una familia, quizás nunca me dejó de gustar, y ahora descubría que no íbamos a volver a estar como cuando teníamos 17. Lo que si sabía era que me dolía el saber que le sería muy difícil a Dulio su nueva vida, me dolía su desgracia, sin embargo, sabía que él al igual que yo, de alguna manera, tal vez mediocremente, le gustaba vivir en ella. Nada podía hacer. 
Decidí no ir a trabajar, el hecho de haber faltado sin avisar era como haberle puesto un poco de riesgo a mi vida. Me senté frente a la computadora y me compre un boleto para un viaje por Sur América para las fechas más próximas. Pediría mi primer periodo de vacaciones, también puse un anuncio en mercado libre para vender mi auto y pagar mi viaje.

Lic. Sandoval 
Atizapán de Zaragoza, marzo de 2013


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